sábado, octubre 10, 2009

Paradise

"En las cavernas más escondidas de la Tierra, la curiosidad obviamente es irreparable. La misma en la que nos encontramos es, probablemente, una de ellas.
Nunca he podido abrir los ojos del todo, así que no puedo deciros donde me encontraba exactamente antes de aparecer aquí. Pero sé que es un lugar diferente.
Lo sé porque los sentidos aquí los noto de una manera diferente:
Mientras que antes el olor del aire era seco, opaco, repleto del polvo de los recuerdos que nunca he querido revivir, ahora la brisa tiene un dulce aroma a frescura marítima, a soledad, melancolía, con un cierto toque del sabor de la menta.
El roce que en estos momentos sienten mis dedos, esta calidez y suavidad, no tiene nada que ver al frío que soportaba antes al tocarme siquiera un brazo o mi propia mano. Esto es mucho más placentero.
Antes me tapaba los oídos para no tener que escucha a nadie ni a nada. El terrible ruido de la humanidad e y su ignorancia era realmente ensordecedor. No... aquí es completamente diferente. Aquí ningún sonido se mezcla con ningún otro. Aquí... cuando antes oías gritos, ahora oyes cantos...
Cantos llenos de deseo y ternura, declarados por una embriagadora melodía llamada voz. Sí... oigo una voz realmente fascinante, nunca escuchada antes. Contiene todos los elementos para ser deliciosa, suave, tranquila, relajante y cariñosa. Pero está manchada por la lluvia de la tristeza y la melancolía.
¿Debería seguirla? Sí... Aquí, a diferencia de antes, puedo abrir los ojos.
Los colores de la Tierra son extraordinarios.
Cuando oía las estupideces de no reconocer la belleza de la vida, nunca pude pensar que era algo tan sencillo como admirar esto: Los colores vivos como son la hierba o el incandescente fuego utilizado en antorchas para iluminar la cueva.
Oooh... las mezclas de los colores en las paredes y en el techo... diferentes tonalidades de gris, marrón...
Dando unos cinco pasos, pude oír la voz más cercana y, extrañamente, más alegre.

¿Sabría el bardo que me estaba acercando? Y... ¿Estaba feliz por ello?

Acercándome más rápido a la vez, a la vez que ésta se oía feliz, atisbé una cegadora y grandiosa luz.
Era el final de las diversas tonalidades del gris y el marrón.
Era el fin del túnel.

Muerta de curiosidad, aunque cautelosa, salí de allí, adentrándome así en otro hermoso paisaje.
Los diferentes y vivos tonos claroscuros del césped, el entrañable y puro azul del cielo... y el joven que, sobre una roca y con una guitarra, cantaba al son de sus cuerdas con felicidad, posando aquellos ojos tan oscuros como la tierra húmeda sobre mí, apesar de que se encontrasen escondidos tras un largo flequillo.
Su pelo tenía un tono similar al de sus ojos aunque, quizá fuera por la cantidad, pero le daba un cierto toque más oscuro, más misterioso.
Y él sonreía y sonreía.
No sé de dónde saqué la valentía de sentarme a su lado y cantar junto a él.
El bardo soltó la guitarra y continuó cantando, ésta vez, abrazándome con fuerza, con la mayor expresión de felicidad que había visto en mi vida.
"¿Y cantarás conmigo para siempre..? ¿Te quedarás conmigo para siempre?" - me cantó al oído casi en un susurro.

Y yo asentí, y le abracé. ¿Querría volver a ser ciega, sorda, inútil e inexistente para todos?
No... ¿Dónde iba a querer estar, si no con él?"

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